jueves, 28 de abril de 2011

tramoontana



 Man on the moon


Cat on the moon


The Moon


The Moon,the movie...


The other side of the moon


Fish on the moon


The Earth

lunes, 25 de abril de 2011

Mallorca


tristeza


dos rombos


matrimonio


                                                                    al campanario


                                                                 el ascenso a la cruz


solo mayores de edad


                                                                   ¿Cúanto pan?


la familia al fin unida


aeropuerto


                                                                              palíndromo


miércoles, 13 de abril de 2011

cine morrondo,saldaña

                                                          
DOMINGO DE ESTRENO
Serafín leyó el anuncio en el Diario Palentino y sonrió. Estaba bastante escondido, en la página siete debajo de una noticia sobre las Fiestas del Valle. Decía lo siguiente:
DOMINGO DE ESTRENO
Cine  Morrondo
Saldaña
 Cerró el periódico, se apresuró a ponerse su mejor traje y a cortar unas rosas de las que había plantado su madre.
Todo había empezado diez años antes. Serafín estaba apurando el vino que le había sobrado de la comida, cuando en estas sonó el teléfono.  Había comido cocido de vigilia. Su madre Celestina todavía cocinaba a pesar de estar casi ciega y hasta iba a por leña al rio. Su marido la había dejado hacía años víctima de una larga enfermedad. No era habitual que sonase el teléfono en unas horas más propias de la siesta que de la fiesta. Era el peaje que tenían que pagar por tener el único teléfono de Velillas del Duque, un pequeño pueblo, de la comarca de Saldaña,  de apenas treinta habitantes y casas de paja y adobe. Nadie llamaba salvo para avisar de cosas. Cosas importantes  como fallecimientos, enfermedades, enlaces, nacimientos y otras cuitas, y no necesariamente por este orden.
“¿Dígame?”Dijo Serafín suprimiendo un bostezo.
“Hola,  buenas tardes, perdone que le moleste, llamaba para preguntar si había puesto usted una nota ayer en la puerta del cine Morrondo?”
“Pero… ¿quién es usted? Espetó Serafín, a quien el sopor de la hora y del morapio había dejado medio aturdido.
“Mi nombre es Estela Cortés y vivo en Saldaña. Somos los herederos del Gran Cine Morrondo y hemos visto una nota con su teléfono en la verja del cine diciendo que había pasado ayer por aquí. La cosa es que el cine lleva cerrado más de veinte años y estamos en vendérselo a los Aja para que hagan allí una cochera. Perdone usted, pensaba que tendría relación con dicha venta aunque la verdad,  el papel estaba muy ajado y…”
“Pues no sé quién lo habrá puesto allí…la verdad, no sé qué decirle…”Contestó Serafín, que ya había perdido interés en la conversación.
 El conocía bien a la familia Cortés. Poseían más tierras que todos los demás campesinos juntos. Eran estrictos pero generosos con sus arrendatarios y de profundas convicciones católicas. Misa a diario, varias hermanas en un convento en Lerma y un tío en Roma, en el Vaticano.
Y sin más detalles, terminó una conversación que, por absurda, Serafín pronto olvidó. Era de todos sabido que el cine sería derribado tarde o temprano. La mayoría de los jóvenes había  marchado a las ciudades y además con la televisión ya nadie iba al cine ni al teatro. Lejos quedaban los días de ver “Sisí Emperatriz”, “Los diez mandamientos” o “Ben Hur” en cinemascope. Atrás quedaban las Vespas, la  brillantina, las palomitas, las Coca-colas  y algún que otro beso furtivo.
Serafín se reclinó en el poyo de la entrada de su casa y pronto le entró el sopor. Cuando se despertó una hora más tarde,  siguió con sus labores, abundantes en un tórrido mes de agosto. Había quedado con su hermano para ir a la era a beldar y luego todavía le quedaba dar de comer al ganado y arreglar la bomba de agua de la huerta. Y así desde las 5 de la mañana, que era cuando las vacas tenían a bien ser ordeñadas. No volvió a recordar el incidente.
Meses más tarde, allá por noviembre, un martes de mercado, cuando todos los habitantes se congregaban en la plaza de Saldaña para comprar, vender y  cómo no, verse y hablar, Serafín  entró en el café Galán, justo antes de llegar a la plaza y pidió un cafetín. Era pronto y aun no había casi nadie. El Galán era uno de estos locales enormes con suelo de cerámica y espejos por las paredes. Y humo, mucho humo. Cada domingo acudía Serafín a jugar al Remigio. Abajo en la plaza, los puestos empezaban a aparecer y la clientela a llegar. Llegaba gente de toda la comarca luciendo sus mejores galas. Unos y otros se afanaban por ocupar los mejores sitios. Serafín encendió un Celtas y abrió el periódico que estaba a su lado con desgana. Pasó de página y allí estaba. Un anuncio llamó poderosamente su atención:

DOMINGO DE ESTRENO
Cine  Morrondo
Saldaña
 No decía nada más pero estaba claro, el cine volvía a abrir sus puertas. Y él lo iba a aprovechar ¡Ya lo creo que lo iba a aprovechar!
     Al llegar al pueblo fue a casa de Herminio a llevarle unas galletas y unas bujías que le había encargado y le comentó lo del cine. Quedaron en ir juntos como antaño el domingo, a la sesión de las cinco.
Y llegó el domingo y Herminio pasó a buscarle con su 850 blanco, el traje gris de la boda y dos paquetes de “Ducados” por lo que pudiera pasar. Herminio era uno de estos tipos taciturnos y precavidos que siempre pensaba que al día siguiente podría empezar la guerra otra vez. Llegaron, aparcaron en la plaza, junto a la Iglesia de San Miguel y se dirigieron al cine.
Cuál fue su sorpresa cuando vieron que el cine seguía como hacía veinte años, sucio, desangelado y sobre todo cerrado. Todavía tenía alguno de los carteles antiguos despegados y desperdigados por el suelo.Entre la verja y las puertas,  todo tipo de papeles, correspondencia  y objetos, seguían los caprichos del viento,  la lluvia y el sol de justicia castellanos. Al volver a casa, no solo tuvo que aguantar el enfado de Herminio, de naturaleza desconfiada y los “Ya te lo decía yo” y “Eres un inocentuco” sino que descubrió que el corazón de su pobre madre había dejado de funcionar a los 92 años.
Al día siguiente y tras haber avisado a todo el pueblo y a la funeraria, se dirigió a Saldaña para dar cristiana sepultura a su madre, natural de la villa, y al acabar las exequias, reparó en una mujer que se dirigía a uno de los panteones principales. Sin duda era Estela Cortés. En más de una ocasión se la había cruzado en la plaza, en el mercado y siempre era la que mas pujaba para llevar en hombros a la Virgen del Valle en procesión. A sus 52 era todavía todo porte y elegancia. Nadie sabía cómo había quedado soltera, aunque no faltaban teorías.
Serafín se entretuvo con los múltiples amigos, familiares y conocidos que le daban el pésame y para su sorpresa, Estela se acercó y le dijo:
“Le acompaño en el sentimiento”
“Gracias. La verdad es que el médico ya me lo había avisado…llevaba unos meses muy débil…en fin. ¡Qué casualidad!, ayer me pase por su cine…bueno la verdad es que vi un anuncio en el Diario Palentino…”
“! Oh!, !Ese estúpido anuncio otra vez! Todos los años hay alguien que me llama! Pues mire, ya puede usted perdonar, la verdad es que mi difunto padre dejo en sus últimas voluntades un legado con el que debía aparecer el mismo anuncio todos los años el día de su fallecimiento durante 30 años. No sé si se debió a su amor al cine o a su deseo de que nos acordásemos de él. Debía decir:
“DOMINGO DE ESTRENO, Cine  Morrondo, Saldaña”.
Serafín pensó entonces, mientras la Señora Cortés hablaba  y se excusaba,  que él ya sabía quién había dejado aquella nota en la puerta del cine años atrás, en como los hijos están predestinados a cometer los mismos errores que los padres aunque se crean mucho más listos y en cómo, cada vez que viese ese anuncio en el diario, se acordaría de su padre, de su madre, del señor Cortés  y del cine Morrondo que en paz descansen.
Y a cada uno pondría una rosa.