Le prometieron libertades y contempló atónita las celebraciones de las mismas, pero seguía sin encontrar su sitio en una foto turbulenta. Llegaron sus vecinos, los benefactores, los que le habían despojado años atrás de todos sus ropajes , casi con el cambio de siglo y se compró vestidos nuevos y maquillo su aspecto pálido y desvencijado.Pero es un cansancio de cien años.Es un cansancio casi infinito.
Hoy habla el idioma de la globalización,se pasea por centros comerciales y multicines, ya no compra en los ABCs, aquellas tiendas donde uno compraba a precio tasado alimentos y bienes de primera necesidad.De hecho ya no compra.Incluso es famosa por ir ligera de ropa.Hoy renueva sus calles y edificios y reparte subvenciones a escuelas y centros de negocios.Y poco a poco se va desfigurando con tanto maquillaje barato, tanta ropa de marca tres tallas más grandes, y tanto regalo envenenado.En este banquete o faltan cucharas o sobra gente.Sobra ella,y lo sospecha.
Sus padres y hermanos caminan cabizbajos , pensando que otra vez no ha sido posible , que otra vez están donde estaban sus abuelos, que otra vez han sido los últimos de la clase, que el slogan era eso,una frase,que están otra vez en paro, y haciendo cola, aunque, eso sí, hay que reconocer que la oficina está mucho más elegante y llena de ordenadores, que es esa cosa que cuando apagamos nos hace a todos un poco más idiotas.No se preocupen, todavía hay margen.Las cosas simpre pueden ir a peor.
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