miércoles, 8 de diciembre de 2010

la breve y leve vida de un gato en la Gran Vía

Hay que tener mala suerte para ser gato y nacer en Madrid, eso está claro, en general para ser gato hay que echarle un par, hay que reconocerlo.El gato en cuestión tenía pocos días a juzgar por el diminuto tamaño y la torpeza de sus movimientos, aunque si atendemos al sitio donde estaba a lo mejor tenía muchos días.O todos los días.
      Nada menos que en plena Gran Vía madrileña, en medio del carril que baja hacia Alcalá y a la altura del Oratorio, frente al Mercado de la Reina.Era ya de noche y hacía un día de perros, otra contrariedad más.El caso es que estaba el susodicho tendido en el suelo mientras los coches, pasaban en ambas direcciones a toda velocidad.Unos coches pasaban por encima suyo y otros cerca.El animal estaba aturdido con tanta velocidad, con tanto ruido y tantas luces.Cansado de que nadie le diese la puntilla.Tampoco parecía tan difícil.Hasta verlo dolía.Muy posiblemente algunos conductores le veían, pero...un gato no es razón suficiente para pegar un frenazo en plena Gran Vía a las 10 de la noche.Claro que, ¿Qué lo es?¿Un perro?¿Una persona?¿Yqué persona?
    Lo que está claro es que el pobre gato estaba gastando sus siete vidas en un suspiro, una detrás de otra, como quien juega a una tragaperras aunque sepa que no le va a tocar.
    En un impás del tráfico me abalancé hacia la carretera y lo agarré del pelo.Su  tacto era el de la ropa húmeda, recién sacada de la lavadora.Ropa ligera cuyo peso es agua.Pero¿Qué pretendía hacer en realidad?¿Dejar el gato a un lado de la carretera?¿Era eso salvarlo?¿O me estaba salvando a mi mismo y a mi conciencia?¿Que posibilidades de sobrevivir tendría el animal en pleno centro,en medio de la acera?
    El gato,que era gato pero no idiota, se volvió sobre sus espaldas y en un gesto desesperado me soltó un zarpazo y un gruñido.¿Qué derecho tenía yo?Volví a la acera y cruce de carril.Me alejé Gran Vía abajo.
    Cuando volví la mirada por última vez ya no se movía.Esa ruleta rusa de ruedas y neumáticos había acabdo con el.No había culpables.Solo una víctima. Parecía un calcetín húmedo, caído del balcón de cualquier pensión, aunque, claro, esto seguramente alguien lo habría echado de menos.

 

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